LA MEJOR LIMPIADORA DEL MUNDO
En los últimos días, cada vez que presiono el icono del buscador de Instagram siempre aparece en el muro de recomendaciones un vídeo de una chica rubia que, peinada con dos trenzas de boxeadora y un top rosa fucsia, limpia apartamentos en los que se acumula basura, objetos y mugre de todo tipo. Todo esto lo hace con una sonrisa de un centelleante blanco nuclear que oculta tras una mascarilla en el momento en el que se pone manos a la obra y contrasta con un tono de piel que se acerca peligrosamente al naranja dorito de Donald Trump.
Lo primero que pienso al ver estos vídeos, una vez superado el asco de ver cómo arrambla contra torres de pañales usados, o abre neveras que deberían considerarse armas biológicas de nivel 11, es en la clase de personas que pueden llegar a verse en esta situación. Obviamente, muchas de ellas son víctimas de enfermedades, un sistema social deficiente y engaños en los casos más extremos, lo cual merece nuestra compasión. Pero habiéndome criado con una madre con una obsesión casi compulsiva por el orden y la limpieza, me es imposible no ponerme criticona y a examinar con ojo crítico el orden y limpieza de las casas ajenas.
Lo segundo en lo que pienso es que en mis manías referidas al orden y limpieza que me han valido más de alguna broma y varios disgustos: soy incapaz de abandonar cualquier habitación en la que duerma sin hacer la cama y de no colocar de manera eficiente platos, cubiertos e instrumental de cocina de manera eficiente en el lavavajillas y me pone de los nervios que las mesas, una vez usadas ya sean para comer, trabajar o realizar cualquier cosa, no se recojan de inmediato. Eso fue el inicio de la guerra contra mi ex compañera de piso. Aunque, lo que realmente nos rompió el amor fue su ausencia de espíritu (y lo dice alguien con depresión diagnosticada, para que veáis).
Supongo que, más allá de una fuerte educación en la importancia de las superficies inmaculadas exentas de polvo o manchas, el orden y la limpieza es para mi la única manera de mantener el control cuando mi cabeza o circunstancias ajenas escapan al mismo. Colocar según tamaño color o marca, ordenar por colores, pasar un paño por encima de una superficie blanca para que sea todavía más blanca, es un a de las pocas cosas que puedes dar por seguro que saldrán bien aunque el resto del día no lo haya hecho.
Puede resultar incompatible teniendo en cuenta mi habilidad para almacenar objetos, ropa, libros y “chirimbolos” de todo tipo. Porque mi habitación parece una tienda, pero más cercana a Ancla de Mar en la calle Barquillo que a una de las tiendas de antigüedades del Rastro que encuentras en las calles de Mira el Río o Ribera de Curtidores.
La Rosa
Aunque la lluvia no pegue nada con el verano, no puedo dejar de agradecer el respiro de frescor que está dejando este mes de junio antes de que empiecen los días de ese calor seco que te empuja contra el suelo y obliga a que lleves, entre tus básicos para salir de casa, un abanico de buena calidad.
La Espina
¿Quieren por favor bajar de una vez los precios de aceite de oliva? No me parece ni medio normal que una botella de Castillo de Tabernas me cueste más que un espumoso de calidad decente. Quiero tomarme el pan con tomate de los domingos sin tener que medir el oro líquido con un gotero.