EL BOTÓN DE REBOBINADO
Hoy es una de esas mañanas difíciles en las que una migraña me pone difícil el actuar como una adulta funcional; escribir y responder emails, programar la agenda de la semana que viene del contenido para redes sociales, organizar reuniones e insistir a mi jefa para que me dedique unos minutos para revisar las los últimos posts antes de que estos salgan a la pantalla o pasarme la lista de invitados para los futuros eventos musicales del museo.
Me viene a la cabeza una conversación de mi madre con una conocida que presumía de la casa domótica de su hijo. El hecho de que, con un mando universal, la voz, pudiera controlar prácticamente todo. Casas inteligentes las llaman, y no puedo evitar marcar una sonrisa desdeñosa pensando que si lo único que tienes para presumir es la inteligencia de la casa de tu hijo, a saber la de traumas y que tendrá el chaval. Yo apuesto por un complejo de Edipo mal resuelto.
Sin embargo, en contra de mis principios (los cuales traiciono más a menudo de lo que me gustaría) hoy me vendría bien un mando universal. Concretamente uno de botón de rebobinado. Como los de los aparatos de DVD que estrujábamos para ver las escenas de las películas que tanto nos gustaban: una repetición detrás de otra que, hasta cierto punto nos enseñaba a volver a momentos especiales agotando hasta la saciedad cada mínimo detalle, hasta haber podido analizar todas las posibilidades que se hubieran dado si las acciones se hubieran ejecutado de manera diferente.
Hoy me gustaría tener un mando de rebobinado: una especie de máquina del tiempo tamaño bolsillo que fuera en ambas direcciones temporales, pasado y futuro. Pero antes, una pregunta que me gustaría formularos:
Si solo pudieseis escoger una dirección, ¿iríais hacia delante o hacia atrás? Es cierto que cada uno tiene su lado positivo y negativo, y que lo bueno de acelerar hacia el futuro es evitar pasar por fases de incomodidad, lloros, desesperación e impaciencia hasta llegar al punto deseado. Pero por otro lado, implica que no puedas cambiar nada, ni siquiera a tú con el aprendizaje
Dicen que de los errores se aprende y que nos sirven para que, en situaciones futuras que se parezcan a aquella en la que lo estropeamos estrepitosamente, no repitamos patrones. Y sin embargo, también dicen que los seres humanos somos los únicos que tropezamos la misma piedra. Por lo que, de poder elegir a día de hoy después de una semana de haber cometido dos errores garrafales, elijo rebobinar hacia atrás. Física y temporalmente no puedo, por mucho que este impedimento me esté haciendo sufrir. Así que mientras me curo, será mi mente la que vuelva a las escenas bonitas. Tendré que pasar por los fragmentos desagradables, es evidente, pero tal vez así esté preparada para que, en un futuro, no necesite rebobinar.
La Rosa
Las charlas terapéuticas entre amigos compartiendo una jarra de mimosa en el Carmencita. A mi parecer, el mejor lugar para tomar el brunch en Madrid en cuanto a relación calidad precio. Y lo más importante: un personal encantador que te recibe con calidez. Los problemas y los dramas siguen fuera del establecimiento, pero mientras estés dentro de sus cuatro paredes, la vida te da una pausa. Y si es en buena compañía humana y gastronómica, mejor.
La Espina
Con el buen tiempo empezamos a acortar nuestra ropa y con ello, a mostrar más piel. Os animo a no hacer comentarios sobre la blancura de amig@s/parejas/comapñer@s/familiares (no todos pueden empezar a trabajar el bronceado desde principio de mayo en calas idílicas) así como el tono anaranjado de la exposición a los rayos UVA, el peso (ya sea incremento o descenso) y las llamadas “imperfecciones” que a much@s de nosotr@s nos pueden afectar en mayor o menor medida. Seamos amables con nuestras palabras, sobre todo cuando son cosas que no se pueden arreglar en cuatro segundos.